Galería OMR

Gustavo López Padilla

Durante poco más de cincuenta años, la Sala Margolín, ubicada en la calle de Córdoba número 100, casi esquina con Álvaro Obregón, en la colonia Roma, fue un importante recinto cultural-comercial, donde se podían adquirir los mejores discos de música clásica, ópera, música latinoamericana, jazz o blues. Esta sala fue fundada a finales de los años cincuenta por Walter Gruen (Viena, Austria 2014 – Cd. de México 2008), quién fuera marido de la extraordinaria pintora surrealista Remedios Varo (1908 Anglés España – Cd. de México 1963). El recinto de la sala diseñado por el arquitecto José Priani, era amplio, generoso, iluminado, acogedor y mientras uno recorría los anaqueles para seleccionar la música deseada, se podía uno encontrar a distintos personajes importantes de la cultura mexicana. Sin lugar a dudas, la Margolín, fue un referente fundamental de la vida colectiva y cultural de la colonia Roma y de la ciudad de México. Su suerte de permanencia, asociada a la vida y comercialización de los discos y lo Cds., la llevó a tener que cerrar el 31 de mayo del año 2012, significando una gran pérdida emocional y vivencial, para todos aquellos conocedores y aficionados a la música.

Foto: María Luisa Severiano

Durante años la sala permaneció cerrada y su destino parecía estar encaminado hacia su desaparición. Pero finalmente al inicio del año 2016, el recinto original fue destinado a alojar las nuevas instalaciones de la Galería OMR, que había sido fundada originalmente en el año de 1983 por Jaime Riestra y Paulina Ortiz Monasterio, habiendo tenido su ubicación original en un caserío de principios del siglo XX, ubicado en Plaza Río de Janeiro No. 54. Las nuevas instalaciones de la Galería OMR, ahora dirigidas por Cristóbal Riestra, fueron diseñadas por los jóvenes arquitectos Mateo Riestra (Ciudad de México 1980, arquitecto de la Universidad Iberoamericana), José Arnaud Bello (Oaxaca 1976, arquitecto de la Universidad Iberoamericana) y Max Von Werz (Montreal 1977, arquitecto de la Architectural Association de Londres), aprovechando las preexistencias construidas de lo que fueran las instalaciones de la Sala Margolín. El proyecto resultante de dos niveles, resuelto con base en detalles muy finos y bien resueltos, es respetuoso de la propuesta original de José Priani.Pensando el proyecto como parte de la ciudad, se mantiene en buena medida una presencia discreta, con la imagen y volumetría que recuerdan a la distancia lo que fuera la sala de música, pero mostrando con serenidad un nuevo rostro, que ahora se identifica con la Galería OMR. En su primer nivel de doble altura, se ubican un pequeño jardín de acceso, las áreas de recepción y control, la sala principal de exhibición, una pequeña zona de servicios y un jardín posterior. En un nivel intermedio de la doble altura, al fondo del volumen construido, se ubican los servicios sanitarios correspondientes. En el segundo nivel, de altura un poco mas alta de lo habitual, se ubican tres salas de exposiciones, de menor tamaño en relación con  la ubicada en el primer nivel, una biblioteca, la oficina principal del museo, incluyendo una sala de juntas. En colindancia con estas últimas y dando frente hacia la fachada de la calle de Córdoba, se ubica una terraza jardinada. En el nivel azotea, existe un área útil, destinada a actividades diversas complementarias.En términos generales la conceptualización del diseño, se acerca a los criterios de un racionalismo minimalista, en donde los espacios se definen de manera clara, con base en componentes mínimos esenciales ordenados modularmente, uso de materiales aparentes, formas geométricas simples, regulares, eliminando los adornos y lo superfluo, otorgándole fuerza presencial, al manejo diestro de la escala y la solución cuidadosa de los detalles necesarios correspondientes. La sala principal de exposiciones, de doble altura, un paralelogramo que cuenta con cuatro columnas de concreto aparente ubicadas casi al centro de su superficie, muestra la estructura del entrepiso, resuelta con  base en casetones aparentes de concreto, otorgándole al conjunto espacial una fuerza expresiva interesante, contrastando con las superficies lisas de las paredes y del plafón luminoso, localizado al centro de las cuatro columnas. El piso de cemento pulido rigurosamente subdividido complementa la imagen de la sala, que apunta hacia una neutralidad formal y visual, como telón de fondo propicio para dar cabida a las diferentes expresiones de las exposiciones que ahí se muestran. Desde luego el criterio de las distintas salas de exposiciones involucra la idea de plantas libres reconfigurables, dependiendo de las necesidades propias de cada exposición.La escalera que articula verticalmente los distintos niveles del proyecto, ubicada al fondo de la volumetría construida, racional y funcionalmente ejecutada, se despliega formalmente de manera interesante en la fachada secundaria de la galería. El conjunto de los detalles de las distintas herrerías necesarias, incluyendo el ventanal de doble altura que colinda con el jardín, rigurosamente modulado tanto en planta como en alzado y el que da frente e ilumina la zona de oficinas en el segundo piso, resueltos ambos mediante placas y ángulos metálicos convencionales, nos dejan ver las habilidades de diseño de los arquitectos encargados del mismo, reforzando la filiación, racionalista minimalista del proyecto. Los jardines, entendidos como espacios necesarios para procurar una iluminación regulada, contrastan la simplicidad de sus limitantes formales, con la vegetación implementada y estos además, funcionan como posibles extensiones espaciales de algunas exposiciones. Siguiendo cánones lecorbusianos, la azotea es también un lugar útil, en el que se pueden desarrollar algunas actividades culturales complementarias

El resultado final de la remodelación – conversión a galería de exposiciones, de la OMR, nos remite a la distancia, a la buena arquitectura mexicana de los años cuarenta y cincuenta del pasado siglo. Diálogo sabroso entre modernidad y nostalgia. Aprovechamiento de las preexistencias construidas, valoración-reinterpretación del patrimonio reconocido de la arquitectura mexicana contemporánea y compromiso por dejar constancia del propio tiempo.

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